Ayer domingo en Artes y Letras de El Nuevo Herald( http://www.elnuevoherald.com/galeria/artes/story/386928.html ) se publicó la reseña de Benigno Dou sobre mi libro La otra mejilla (ZV Ediciones Lunáticas, París, 2007). Un texto verdaderamente geneoroso y noble que agradezco a su autor, el poeta y novelista cubano/ venezolano Benigno Dou.
'La otra mejilla' poemas `libres y ligeros'
BENIGNO DOU
El Nuevo Herald
El Nuevo Herald
Libres y ligeros. Así define Grace Giselle Piney Roche, en la primera oración de su prólogo, los versos del último poemario de Belkis Cuza-Malé, La otra mejilla. Algo había leído de la poesía de Belkis en las últimas tres décadas y eso me bastaba para considerarla uno de los mejores poetas cubanos (así, en intencional masculino) de su generación. Pero nunca había asociado sus versos con esos dos adjetivos que, para mí, siempre deben ser la esencia de la mejor poesía. Y no porque sus versos fueran esclavos y pesados o algo así, sino porque pude haber confundido cierto lastre de influencias obvias (¿quién no las padece?) con una falta de vuelo, de libertad expresiva personal.
La otra mejilla puede no recoger los mejores poemas de Belkis (aunque sí algunos de ellos), pero sin duda sí los más ''libres y ligeros'' que haya escrito. Nuestra querida Belkis ha encontrado por fin una voz descansada, sabia (Todo lo he visto, todo, sin entender nada) sin pretensiones de competición literaria inconsciente, suya propia. Frescura de visión, nostalgia reposada por paisajes de su memoria existencial (Una vez atravesamos ese pueblo.../ Olía a cal este pueblo,/ a naranjos...), cuestionamiento humilde de retóricas patrióticas (Mi casa es mi patria.../ el sitio de la muerte), simple alegría de vivir y apreciar las experiencias más cotidianas, eso entrega Belkis, seguro que sin proponérselo, en este texto que nos la devuelve no como la columnista siempre agradable de leer, pero a veces desconcertante, en las páginas de El Nuevo Herald, o como la autora de libros polémicos, aunque muy leídos, sino como la buena poetisa, o el buen poeta, que siempre ha sido.
Al lector sensible le bastará leer el primer poema, La alegría salvaje, para rendirse ante esta nueva Belkis ''liberada''. ¿Qué otra cosa puede ser la alegría sino contemplar un campo de lilas silvestres acariciadas por el viento?
En el poema Credo, dos páginas después, con blasfemo fastidio Belkis pregunta: dime, por Dios, qué hago yo aquí,/ tan pequeñita,/ ¿aguardando el cielo o el infierno?/ Por favor olvídate de mí... La angustia existencial, aquí, ya no es desgarrada, y mucho menos cínica o rebelde como en otros textos anteriores. Ella sólo quiere, después de haberlo visto todo, que la dejen tranquila, Vivir en la cabeza de un pintor,/ ser soñada o ser como una rama caída en el bosque.
Y no es que haya olvidado los horrores, personales y colectivos, que la marcaron y forjaron, ni la cara de los verdugos que la humillaron y torturaron. Ya no le interesa, cierto, escarbar en el carbón,/ entre las cenizas humeantes/ de la Gran Cocina/ donde esperanzas y mitos,/ holocaustos y bocas censuradas/ se cuecen. Pero no ha olvidado, porque es esencia del poeta no olvidar. En Melancolía III, por ejemplo, se pregunta: Los espejos, ¿quién rompió los espejos?.../ ¿Quién detuvo el tiempo y juntó/ las espinas del cactus para mi corona?/ ¿Quién? ¿Un niño crecido en el rencor?/ ¿Un abogado lúcido en la mentira,/ un discípulo/ reinventando el Infierno?. Y en Diáspora, lacónicamente y sin ningún discurso planfletario, le recuerda al mundo la tragedia del pueblo cubano: Somos un pueblo/ que huye de su destino;/ cuerpos de coral/ que el sueño devora/ con sólo mirarlos. Lo que ocurre es que Belkis, finalmente, viene de regreso del Infierno, y ya no grita ante el horror. Sabe que no es necesario. Su perra, entre otros maestros, se lo ha enseñado: Mi perra es sabia y dice: Cállate,/ ¿no te bastan las miradas?
Es esta nueva actitud la que ha liberado los versos de Belkis. Y la que les ha dado ''ligereza''. Para gozo y disfrute de los muchos lectores que admiramos su poesía desde hace décadas.•
La otra mejilla puede no recoger los mejores poemas de Belkis (aunque sí algunos de ellos), pero sin duda sí los más ''libres y ligeros'' que haya escrito. Nuestra querida Belkis ha encontrado por fin una voz descansada, sabia (Todo lo he visto, todo, sin entender nada) sin pretensiones de competición literaria inconsciente, suya propia. Frescura de visión, nostalgia reposada por paisajes de su memoria existencial (Una vez atravesamos ese pueblo.../ Olía a cal este pueblo,/ a naranjos...), cuestionamiento humilde de retóricas patrióticas (Mi casa es mi patria.../ el sitio de la muerte), simple alegría de vivir y apreciar las experiencias más cotidianas, eso entrega Belkis, seguro que sin proponérselo, en este texto que nos la devuelve no como la columnista siempre agradable de leer, pero a veces desconcertante, en las páginas de El Nuevo Herald, o como la autora de libros polémicos, aunque muy leídos, sino como la buena poetisa, o el buen poeta, que siempre ha sido.
Al lector sensible le bastará leer el primer poema, La alegría salvaje, para rendirse ante esta nueva Belkis ''liberada''. ¿Qué otra cosa puede ser la alegría sino contemplar un campo de lilas silvestres acariciadas por el viento?
En el poema Credo, dos páginas después, con blasfemo fastidio Belkis pregunta: dime, por Dios, qué hago yo aquí,/ tan pequeñita,/ ¿aguardando el cielo o el infierno?/ Por favor olvídate de mí... La angustia existencial, aquí, ya no es desgarrada, y mucho menos cínica o rebelde como en otros textos anteriores. Ella sólo quiere, después de haberlo visto todo, que la dejen tranquila, Vivir en la cabeza de un pintor,/ ser soñada o ser como una rama caída en el bosque.
Y no es que haya olvidado los horrores, personales y colectivos, que la marcaron y forjaron, ni la cara de los verdugos que la humillaron y torturaron. Ya no le interesa, cierto, escarbar en el carbón,/ entre las cenizas humeantes/ de la Gran Cocina/ donde esperanzas y mitos,/ holocaustos y bocas censuradas/ se cuecen. Pero no ha olvidado, porque es esencia del poeta no olvidar. En Melancolía III, por ejemplo, se pregunta: Los espejos, ¿quién rompió los espejos?.../ ¿Quién detuvo el tiempo y juntó/ las espinas del cactus para mi corona?/ ¿Quién? ¿Un niño crecido en el rencor?/ ¿Un abogado lúcido en la mentira,/ un discípulo/ reinventando el Infierno?. Y en Diáspora, lacónicamente y sin ningún discurso planfletario, le recuerda al mundo la tragedia del pueblo cubano: Somos un pueblo/ que huye de su destino;/ cuerpos de coral/ que el sueño devora/ con sólo mirarlos. Lo que ocurre es que Belkis, finalmente, viene de regreso del Infierno, y ya no grita ante el horror. Sabe que no es necesario. Su perra, entre otros maestros, se lo ha enseñado: Mi perra es sabia y dice: Cállate,/ ¿no te bastan las miradas?
Es esta nueva actitud la que ha liberado los versos de Belkis. Y la que les ha dado ''ligereza''. Para gozo y disfrute de los muchos lectores que admiramos su poesía desde hace décadas.•
De paso, les pongo un link al blog de Zoé Valdés ( http://zoevaldes.wordpress.com/), donde ella comenta sobre esta reseña. Como recordarán, La otra mejilla fue publicada por sus Ediciones Lunáticas.
2 comments:
Felicidades, querida Belkis.
Es una bella reseña, y más aún, más aún, "La otra mejilla".
Besos,
Isis
Muy bueno, magnífico.
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