LINDEN LANE MAGAZINE EN AMAZON:
ADQUIERA SU EJEMPLAR AQUI TAMBIEN
http://www.amazon.com/Linden-Lane-Magazine-Invierno-Spanish/dp/1481808133/ref=sr_1_3?s=books&ie=UTF8&qid=1356547260&sr=1-3&keywords=linden+lane+magazine
https://www.createspace.com/4105347
Wednesday, December 26, 2012
Monday, December 24, 2012
Nuevo número de LINDEN LANE MAGAZINE: Invierno 2012. Vol 31 # 4
Belkis Cuza Malé
Queridos amigos: Me da mucho gusto presentarles el nuevo número de Linden Lane Magazine. Y ya con éste cumplimos los 31 años de publicación ininterrumpida.
Hoy es Nochebuena y mañana Navidad y como estamos celebrando el nacimiento del Niño Jesús, razón de estas fiestas, me apresuro en hacerles llegar el regalo de este nuevo número, que ha quedado precioso, tengo que decirlo. Acabo de recibir el ejemplar impreso y me siento muy satisfecha con la labor de la imprenta. Pero además de la edición de MagCloud (la prestigiosa compañía HP), Linden Lane Magazine tiene una edición en Amazon, que estoy activando hoy también para que puedan escoger dónde prefieren adquirir sus ejemplares. MagCloud es siempre una edición de lujo, con papel de brillo, y Amazon no se queda atrás, pero el papel interior es mate. La portada también de brillo.
En este número hemos tenido la colaboración de estos valiosos escritores cubanos, con la excepción de la querida Lourdes Vázquez, de Puerto Rico. Ilustran las pintoras cubanas Tatiana Inguanzo y Liliana León Trujillo, ambas fabulosas artistas de la plástica. Liliana trabaja además el vitral, y verpan muestra de su obra en esta especialidad.
Los escritores que colaboran esta vez son: José Abreu Felippe, Lourdes Vázquez, Rodolfo Pérez Valero, Carmen Karin Aldrey, Eloy Gutiérrez-Menoyo, Patricia Gutiérrez-Menoyo, Baltasar Santiago-Martin, que entrewvistó a Daniel Fernández, Pbro. Valentín Sanz, párraco de la iglesia de San Francisco en Santiago de Cuné Dayre Abella, David Walter Aguado, Tiberio Castellanos, Manuel Alfredo Galguera, Elvira de las Casas (reseñando el libro Tres dramaturgos, tres generaciones, de Rodolfo Martínez Sotomayor y Ena Columbié, sobre Eugenio Florit, y su labor en la biblioteca recientemente abierta en el Centro Cultural Español de Miami. A todos, mi agradecimiento infinito.
Para comprar aquí un ejemplar sólo tienen que tocar el enlace que los llevará directamente a la web de magCloud.
Linden Lane Magazine Vol 31 # 4, Winter 2012
Feliz Navidad!!!!!
Muchas bendiciones para todos.
Belkis Cuza Malé
Queridos amigos: Me da mucho gusto presentarles el nuevo número de Linden Lane Magazine. Y ya con éste cumplimos los 31 años de publicación ininterrumpida.
Hoy es Nochebuena y mañana Navidad y como estamos celebrando el nacimiento del Niño Jesús, razón de estas fiestas, me apresuro en hacerles llegar el regalo de este nuevo número, que ha quedado precioso, tengo que decirlo. Acabo de recibir el ejemplar impreso y me siento muy satisfecha con la labor de la imprenta. Pero además de la edición de MagCloud (la prestigiosa compañía HP), Linden Lane Magazine tiene una edición en Amazon, que estoy activando hoy también para que puedan escoger dónde prefieren adquirir sus ejemplares. MagCloud es siempre una edición de lujo, con papel de brillo, y Amazon no se queda atrás, pero el papel interior es mate. La portada también de brillo.
En este número hemos tenido la colaboración de estos valiosos escritores cubanos, con la excepción de la querida Lourdes Vázquez, de Puerto Rico. Ilustran las pintoras cubanas Tatiana Inguanzo y Liliana León Trujillo, ambas fabulosas artistas de la plástica. Liliana trabaja además el vitral, y verpan muestra de su obra en esta especialidad.
Los escritores que colaboran esta vez son: José Abreu Felippe, Lourdes Vázquez, Rodolfo Pérez Valero, Carmen Karin Aldrey, Eloy Gutiérrez-Menoyo, Patricia Gutiérrez-Menoyo, Baltasar Santiago-Martin, que entrewvistó a Daniel Fernández, Pbro. Valentín Sanz, párraco de la iglesia de San Francisco en Santiago de Cuné Dayre Abella, David Walter Aguado, Tiberio Castellanos, Manuel Alfredo Galguera, Elvira de las Casas (reseñando el libro Tres dramaturgos, tres generaciones, de Rodolfo Martínez Sotomayor y Ena Columbié, sobre Eugenio Florit, y su labor en la biblioteca recientemente abierta en el Centro Cultural Español de Miami. A todos, mi agradecimiento infinito.
Para comprar aquí un ejemplar sólo tienen que tocar el enlace que los llevará directamente a la web de magCloud.
Linden Lane Magazine: LINDEN LANE MAGAZINE VOL 31 # 4, WINTER 2012
A magazine devoted to Cuban art and literature (Vol 31 # 4, Winter/Invierno, 2012). Founded in March 1982, in Princeton, NJ, by Cuban poets in exiled, Heberto Padilla and Belkis Cuza Malé, and published without interruption during 31 years now.
Linden Lane Magazine Vol 31 # 4, Winter 2012
Feliz Navidad!!!!!
Muchas bendiciones para todos.
Sunday, November 25, 2012
Noctibus, de Carmen Karin Aldrey, un nuevo título de LLP.
Queridos amigos: les
presento el nuevo título publicado por Linden Lane Press:
Noctibus, un hermoso poemario de Carmen Karin Aldrey, poeta, pintora,
fotógrafa y fundadora y directora de La Peregrina
Magazine.
El diseño y maquetación del libro estuvo a
cargo de la también poeta y fotógrafa Sofía Serra Giráldez, otra recién
publicada por Linden Lane Press con su poemario Signos
cantores.
Pueden adquirir ya su ejemplar en Amazon.
Un excelente regalo para Navidad. Ir a este enlace:
Noctibus
Authored by Carmen Karin Aldrey
List
Price: $7.00
5.5" x 8.5" (13.97 x 21.59 cm)
Black & White on White paper
148 pages
Black & White on White paper
148 pages
ISBN-13: 978-1480195813 (CreateSpace-Assigned)
ISBN-10: 1480195812
BISAC: Poetry / Caribbean & Latin American
ISBN-10: 1480195812
BISAC: Poetry / Caribbean & Latin American
Tuesday, October 23, 2012
LINDEN LANE MAGAZINE, VOL 31 No. 3, Autumn/Otoño, 2012.
Edición de MagCloud, en papel de brillo. Adquiera su ejemplar ya. Sólo $11.00.
http://www.magcloud.com/browse/issue/455285
Edición de MagCloud, en papel de brillo. Adquiera su ejemplar ya. Sólo $11.00.
http://www.magcloud.com/browse/issue/455285
Monday, October 22, 2012
Linden Lane
Magazine Vol 31 No. 3. Autumn Otoño 2012
It is a
magazine devoted to
Cuban literature and art by writers and artists living around the world. Founded in Princeton, N.J., in 1982, by Cuban writers Heberto Padilla and Belkis Cuza Malé.
It has been published without interrumption since 1982.
List Price:
$10.00
8.5" x 11"
(21.59 x 27.94 cm)
Full Color on White paper
36 pages
Full Color on White paper
36 pages
ISBN-13:
978-1480139947 (CreateSpace-Assigned)
ISBN-10: 1480139947
BISAC: Literary Collections / Caribbean & Latin American
ISBN-10: 1480139947
BISAC: Literary Collections / Caribbean & Latin American
Cuban literature and art by writers and artists living around the world. Founded in Princeton, N.J., in 1982, by Cuban writers Heberto Padilla and Belkis Cuza Malé.
It has been published without interrumption since 1982.
CreateSpace
eStore: https://www.createspace.com/4031875
Queridos amigos:
Con la satisfacción de siempre, me complace
anunciarles que ya está a la venta el nuevo número de Linden Lane Magazine, Vol 31 No.3, correspondiente al
otoño de 2012.
Hay una noticia especial sobre Linden Lane Magazine:
Ahora tenemos dos ediciones. Una en papel de brillo en MagCloud, como siempre,
y otra en Amazon, que podrá ser adquirida directamente en Europa, y pagada en
euros o libras. Y por supuesto, aquí en dólares. Esta edición de Amazon sólo
cuesta $10 más $3.59 de envío.
Les pongo aquí la lista de los colaboradores. Ha
quedado muy hermosa la edición, y agradezco a todos, escritores, artistas y
anunciantes por apoyar nuestro magazine.
He aquí los colaboradores:
Matías Montes Huidobro:
Desterrados al fuego: saga del exilio
Antonio Ávarez Gil:
Primera lluvia de mayo
Hedy Habra: 3
poemas
Claudia Callejas Maggi: 5
poemas
Julio Pino Miyar:
Longwood y la soledad
Félix Luis Viera: La
sangre del tequila
Guillermo Arango: Un famoso "do" de pecho
Guillermo Arango: Un famoso "do" de pecho
Sofía Serra Giráldez: 4
poemas
Orestes Puente-Mujica: El
comienzo
Manuel Gayol Mecías: El
insoportable peso de la duda
Armando Álvarez Bravo:
Lorenzo al agua (Adios a Lorenzo García Vega)
Ofelia Acevedo: El amor
no pasará (In Memoriam Oswaldo Payá Sardiñas)
Notas de Libros:
Silvia Ruiz-Tresgallo:
Flying Carpets, by Hedy Habra
Marta Farreras: Maira
Landa, Concierto para Leah.
Ilustran el número: Michel
Blázquez, Sergio Chávez y JosEvelio Rodríguez-Abreu
Se anuncian en este número: David Walter Aguado:
Las estaciones de Reinaldo Bragado (Ediciones
Betania)
Fundación Apogeo
Guillermo Arango: El año de la
pera (Ediciones Universal)
Sofia Serra Giráldez: Signos
cantores (Linden Lane Press)
Magali Alabau: Volver (Ediciones Betania)
Manuel Gayol Mecías: Dos libros: La
noche del gran godo, y Ojos de godo rojo
(Neo Club Editions)
Project Zu: Programa Alternativo de
Literatura
Les invito a que disfruten de la lectura de este
número de otoño y compren un ejemplar en la dirección de Amazon que les pongo
acá. Será un modo de apoyar a Linden Lane Magazine en esta tarea de
mantener vivos el arte y a literatura de los cubanos que padecen
el exilio.
Muchas gracias a todos y bendiciones,
Belkis
Sunday, October 14, 2012
|
Monday, September 24, 2012
Hace doce años hoy que Heberto Padilla partió. Este es un capítulo de mi libro inédito La buena memoria, y con su publicación aquí quiero dar testimonio de lo que recuerdo y de aquellos años traumáticos. También intento así rendir homenaje a la memoria de nuestro amigo el comandate Alberto Mora, quien apoyó a Heberto siempre, aún a costa de arriesgar su vida enfrentándose a Fidel Castro.
Alberto Mora, comandante de la Revolución y ex Ministro de Comercio Exterior, se suicidó el 13 de septiembre de 1972. Esta es la única foto que he encontrado de Alberto en el internet, y no es la imagen del que conocí a finales de los sesenta. Aparece aquí en un desfile de los primeros días de 1959, entre el Ché Guevara y el capitán Antonio Núñez Jiménez. Incluso al extremo derecho está el comandante William Morgan, fusilado poco después por la Revolución. La otra foto es la sede de la UNEAC, donde yo trabajaba en la redacción de La Gaceta de Cuba, y donde vi por última vez a Alberto el día de su suicidio.
LOCURA Y MUERTE EN LA HABANA
Belkis Cuza Malé
Todavía no hemos podido
sobreponernos; la atmósfera de esta casa encierra ahora una humedad
desacostumbrada, un vaho a flores marchitas, a cera quemada, a incienso
esparcido en el aire de las noches calurosas. Sobre mi mesa de mármol, en el
centro de la sala, permanece aún fresco ese ramo de mirto o muralla que alguien
me recomendase como lo mejor para ahuyentar los malos espíritus, y el silencio
es nuevo, aunque María nos mire a hurtadillas desde su locura...
Hay paz, sin embargo, porque la ha impuesto la muerte
con sus herramientas, y porque la búsqueda de la verdad se ha dejado ganar por
lo irremisible. ¿Qué importan las razones?, me digo a mi misma como para calmar
la inquietud de no saber qué ha sucedido.
Por un rato al menos, María Molina, la sirvienta loca, ha
dejado de oir los ruidos de todos los días; ni ayer ni hoy nos ha atormentado
con las historias de que allí mismo, frente a nuestro edificio, están cavando
una tumba para su hermana muerta. Se encierra más a menudo en su cuartico junto
a la cocina, como si pareciese querer dejarnos en paz, a solas con esta nueva
tristeza. Por lo pronto, tan extraño como parezca, nos sirve de consuelo saber
que la muerte real se ha sobrepuesto a la locura, a sus voces.
Pobre María, ha hecho un nidal de ese cuarto. Cuando
la contratamos en una agencia clandestina de empleo (porque hace más de una década que
dejaron de existir legalmente), no demoró en aparecer. La vimos bajar rauda de
un automóvil de alquiler, repleta de equipaje y cajas de cartón. Fue estricta
en su primer saludo, pero viviendo en los tiempos en que vivimos, no me extrañó
que una pobre mujer desamparada quisiera aparentar las maneras antiguas de una
criada. No abundan las casas habaneras que puedan y quieran ofrecerle
una habitación con baño privado, una mensualidad (aunque muy pobre), y el
derecho a incorporarse a la libreta de abastecimientos de los dueños de la casa.
La situación era casi inusitada, como lo fue el hecho
mismo de que una amiga me recomendase a la dueña de la agencia de empleos, que
se las arreglaba como podía para buscarle acomodo a sus escasos
clientes.
María, creíamos nosotros, iba a solucionarnos un gran
problema doméstico mientras esperábamos el nacimiento del niño, y preferimos
sacrificar nuestra pobre economía y ofrecerle un cuarto a la desamparada señora,
sin familia ni vivienda. Eso era todo lo que sabíamos de ella, que se trataba de
una desamparada, una mujer que rebasaba los cincuenta, sin familia ni vivienda
y con una necesidad urgente de que alguien la incluyera en su libreta de
abastecimiento.
Desde el primer momento supe, sin embargo, que
habíamos cometido un grave error. María --como comprobamos después con la
señora de la agencia de empleos-- estaba loca, loca de remate, y en numerosas
oportunidades había sido internada en el hospital de Mazorra. A la mujer de la
agencia no le quedó más remedio que decirnos la verdad, aunque añadió la pobre
excusa de que en sus momentos de lucidez, María era útil en una casa y digna de
los mayores elogios, pues limpiaba y cocinaba bien.
El error más grave había sido incorporarla a la libreta
de abastecimientos, porque en contra de su voluntad no podíamos darle de baja en
las oficinas de la OFICODA (*) y permanecería en nuestra casa hasta que ella lo
decidiera.
No puedo evitarlo, le tengo miedo a María, a su
mutismo; no sé cuándo dejará de ser ella para prorrumpir en sollozos, o correr
hacia mí gritándome que cesen los ruidos, que no puede más. Pero a pesar de todo
esto, cocinar y limpiar parecen servirle de tearapia. Entro y salgo de la casa,
voy al trabajo o a la universidad y noto que está largos períodos encerrada en
su cuarto, escribiendo esas monstruosas cartas que hablan de camiones
herméticamente cerrados que recorren la ciudad, dice, con su trasiego de carne
humana, mujeres que la policía se encarga de echar mano en cualquier esquina,
con el propósito de engrosar el abastecimiento de carne para la población.
Prostitutas, repite sin parar. Y sus cartas están dirigidas a Fidel; le escribe
decenas a la semana y las guarda con mucho celo debajo de su almohada, pero
nosotros, en sus brevísimas ausencias a la bodega que está al lado de nuestro
edificio, las leemos, con un interés creciente, como si se trataran de nuevos
capítulos de una historia de terror, incapaces de sustraernos a sus
obsesiones.
De noche nos encerramos con llave en nuestras
habitaciones, temerosos de que la locura le asalte en medio de la madrugada. Y
aunque parece fingir no darse cuenta de nuestro miedo, quién sabe cuántas
esquizofrénicas inquietudes esconde tras su dura mirada. No nos da reposo, sin
embargo, nos mira siempre como un cazador furtivo, aunque sigue cumpliendo a
cabalidad con sus obligaciones y guarda un horario inflexible para
todo.
Hace un tiempo logramos que nos hablara de sus otras
colocaciones. Fue a raíz de encontrarse un libro de Alejo Carpentier, mientras
sacudía uno de los estantes. Se le quedó mirando durante unos segundos, como
tratando de recordar, hasta que sin mucho interés contó que había trabajado
hacía años en casa del novelista, en una época, añadió, en que él vivía con su
madre, una señora rusa que tocaba el piano y daba clases de francés. Una señora
muy fina, apuntó, como si de pronto se le hubiera iluminado la mente y
trasladado a aquella época y la estuviera mirando. Se había quedado como ausente
en el recuerdo.
Fue María la que respondió a mis preguntas, cuando de
regreso esa mañana de la universidad, noté aquellas tres tazas con restos de
café que permanecían sobre el aparador del comedor.
"Es que estuvieron aquí unos amigos de su esposo, por
lo del accidente del señor Alberto. Dice su esposo que llame a Maruja".
No había cautela en su modo de darme la noticia, ni
pretendía evitarme el susto. Accidente era la palabra que mejor describía una
situación real con la que ella había estado siempre tan familiarizada. Pero todo
el mundo actuaba como María a la hora de la verdad. Maruja no fue más
explícita al inicio de nuestra conversación, y sólo cuando insistí supe qué
significaba esa palabra, accidente. Y la verdad es siempre como en las novelas,
un golpe seco.
Alberto Mora, de súbito, estaba muerto. Heberto se
había marchado a la funeraria y yo quedaba en libertad de llegarme hasta allá o
aguardar en casa.
En el trayecto hacia la funeraria Rivero traté de
poner mis pensamientos en claro. ¿Es que como en las novelas de terror aún no
había despertado del sueño? Claro que sí, sólo que ahora iba uniendo los
pedazos de ese rompecabezas que la muerte había dislocado de un
manotazo.
Estaba allí, dentro de aquel sarcófago horrible, y un mechón de pelo sobresalía por afuera de la tapa; yo sólo atinaba a ver el mechón negro y lacio que tantas veces se alisara en un movimiento que se había convertido casi en manía.
Estaba allí, dentro de aquel sarcófago horrible, y un mechón de pelo sobresalía por afuera de la tapa; yo sólo atinaba a ver el mechón negro y lacio que tantas veces se alisara en un movimiento que se había convertido casi en manía.
Un hombre me perseguía en aquel sueño de la noche
de la tormenta. Rápídamente me metí a la trastienda de un pequeño negocio y allí
estaba el sarcófago del que salía aquel mechón de pelo lacio y negro. Al otro
día por la mañana supe que esa noche Alberto se había
suicidado.
A pesar del balazo no estaba deformado. En medio del
horror del que aún no habíamos podido desprendernos, comprobé lo que ya yo sabía
por mi sueño.
Alberto había llegado aquella tarde de lluvia
torrencial hasta la UNEAC (** ) para devolverme Islas en el Golfo, la
novela de Hemingway que yo habìa pedido prestada a la biblioteca. Hacía más de
un mes que la había sacado porque Heberto quería leerla, pero luego se la había
pasado a Alberto y éste a un amigo. La lectura del libro póstumo de Hemingway
pareció afectarlo, y su obsesión lo trajo dos o tres veces a casa para comentar
con Heberto los planteamientos de Hemingway: discutía con acaloramiento todas
las proposiciones del viejo escritor en torno a la muerte y las distintas formas
de suicidio. Quería una y otra vez que Heberto compartiera sus puntos de vista:
la mejor forma de matarse era de un tiro en el cielo de la boca. Pero Heberto no
acertaba a darse cuenta entonces de las verdaderas intenciones de su
amigo.
Tiempo atrás había aparecido por casa con un nuevo
libro, la edición de Barral del I Ching: quería que probásemos suerte,
y él mismo se encargó de interrogar al célebre libro. No fue una sorpresa para
mí que nuestro destino --el mío y el de Heberto-- fuera el mismo, me parecía
lógico. Pero me sobrecogió de manera especial la respuesta que obtuvo Alberto,
porque sin que él precisara, aquel código extraño apuntaba hacia lo
peor.
Sonrió restándole importancia al hecho y no vaciló
días más tarde --la noche de su cumpleaños-- y en su recién estrenada casa, en
leerle el destino a cada uno de los presentes y de repetir hasta el cansancio
aquel cuento-adivinanza que era a su vez un test de personalidad. Al final de la
historia y de salvar muchos obstáculos, había que decidir qué actitud tomar ante
un muro que impedía continuar la marcha. Casi todos los presentes aquella noche
escogieron regresar. Pero Alberto decidió saltar el muro.
En la casa todos oyeron el disparo. La abuela dijo
que fue como si cayera al suelo un escaparate. La puerta estaba cerrada por
dentro con llave, y Liuba, la hija mayor dijo que ella podría abrirla con la punta de
una tijera. Eran las 8 y 30 de la noche, y desde por la tarde había estado
lloviendo sin parar.
Abrí la puerta de mi apartamento, y lo vi de pie junto
al marco: llevaba un pantalón a cuadritos color café y la camisa de hilo blanco.
Le oi decir junto al ramo de muralla del centro de la sala, que esa misma tarde
me devolvería el libro de Hemingway.
¨Yo creo que no nos vamos a ver más¨, le dije y la
primer sorprendida fui yo, quizás no quise decir eso, pero fue lo que dije y me
turbé, pues me parecieron palabras absurdas, sin sentido. "¿Por qué dices eso?
--fue su respuesta. Esta misma tarde te llevo el libro a la Unión de Escritores,
lo prometo".
No le creì hasta que lo vi llegar horas después
bajo el terrible aguacero. A pesar de la gripe y la fiebre, quiso cumplir su
palabra. Fui, sin sospecharlo, de las últimas personas en verlo con
vida.
Lo acompañé hasta el vestìbulo de la UNEAC, y ya
en el portal inundado, tras rechazar mi ofrecimiento de unos periódicos para que
al menos se cubriera un poco de la lluvia, desapareciò ante mis ojos asombrados,
como si aquella densa capa de agua se lo hubiera tragado. Su amigo Benigno
Regueira, me había dicho, lo había traido en su automovil y lo estaba esperando
afuera.
Por la noche, cuando Heberto y yo regresamos del
Parque Almendares, a donde habíamos ido con una vecina tras cesar la lluvia,
quise llamar a su casa para preguntar si aquella imprudente empapada no habìa
afectado aún más su gripe, pero nuestro teléfono, afectado por la
tormenta, había dejado de funcionar. Miré entonces al reloj y también se habìa
detenido a las 8 de la noche.
Cuando esa mañana regresé temprano de la
universidad, Marìa me contó que había habido visita... Todavía cierro los ojos y
veo las tazas abandonadas con restos de café. Alejandro, el policía encargado de
vigilarnos, y otro, que no sé quién es, habían venido a informar a Heberto de la
muerte de su amigo y de paso a intentar saber más.
"¿Qué les parece? Me voy a casar con Sylvian. Dìganme
lo que piensan". Le estaba preguntando la opinión a los amigos, pero yo
detestaba que qusiera saber la mía sobre algo tan personal,como era su relación
con Sylvian, una francesita aplatanada, a quien conocía
poco.
Alberto sobresalía del contexto. Era inteligente y
generoso, de una amistad a toda prueba. Culto, en medio de un mundo como el suyo
(un comandante, el más joven quizás de la Revolución, ex ministro de Comercio
Exterior), aunque sin embargo padecía de un fuerte desasosiego, sólo evidente para
sus más ìntimos. Golpe tras golpe había resistido con valor mucho más de lo que
se sabía. Primero la muerte del padre, aquel legendario Menelao Mora, ex
dirigente de los Ómnibus Aliados, quien con un grupo de hombres --entre los que
estaba el propio Alberto, entonces un joven de 17 años-- había asaltado el
Palacio Presidencial, donde vivía el dictador Batista. Luego, la enfermedad de
la madre; el nacimiento de su hija màs pequeña con una deformación en el labio,
su matrimonio con la francesita, que pareció no tardar en caer en crisis... Y en
medio del desencanto creciente ante la vida, había perdido la fe en la
Revoluciòn y Fidel Castro, aunque le oíamos insisitir en que tarde o temprano
todo se arreglaría.
Del libro Fuera del juego, el primero de los
amigos de Heberto en leerlo, le oí decir con franco entusiasmo: "Este libro va a
hacer historia". Creyó en la amistad, por eso no vaciló en apoyar a Heberto, su
amigo, a raíz de nuestra detención, lo que le valió también a él un destino
inusitado: Fidel Castro lo mandaría a detener, aunque luego de visitarlo en la
celda lo pondría en libertad.
Todavía con Heberto detenido en la Seguridad del
Estado, Alberto y yo nos aparecimos en el anfiteatro de la Universidad de La
Habana donde el canciller Raúl Roa iba a pronunciar un discurso que, aunque de
soslayo, estaba relacionado con los últimos acontecimientos alrededor de
Heberto. A cada instante aquella multitud compuesta por alumnos y funcionarios
interrumpía al retórico Roa y prorrumpía en aplausos, de pie, para darle más
énfasis a sus palabras. Le oi hablar de los intelectuales plumíferos, y de no sé
cuántos otros torpes epítetos para referirse, sin decirlo, a Heberto. Pero ni
Alberto ni yo nos levantábamos de nuestros asientos, ni aplaudíamos al
canciller. Al final del discurso, Alberto se acercó a Roa y le entregó una
carta, con el ruego de que se la hiciera llegar a Fidel Castro. No supe su
contenido, pero se trataba de una protesta sobre la detención de su amigo, y su
opinión sobre la situación. Al otro día estaba preso en Villa
Marista.
Alberto Mora, en perpetua
desgracia, ex comandante de la Revolución castrista, era un escritor frustado
(estoy segura), que amaba la música, que no tenía reparos en exhibir en su casa
aquel enorme e impresionante afiche de Jimi Hendrix, muerto por una sobredosis de drogas, ni en
comprar en sus viajes al extranjero toda la música de los Beatles. Se empeñó en
hacer revolución junto a su padre, y tuvo la suerte de salir con vida del asalto
al Palacio Presidencial. Quiso ser un rebelde, cuando hubiera dado su vida por
ser un creador, un artista.
Ayer hizo nueve días que lo enterraron. No fui al
cementerio porque me sentía muy triste y me parecían demasiadas emociones para
mí, con mis seis meses de gestación. A su regreso, Heberto me contó que vio
allí a Orlando Alomá con aquel ejemplar del libro de Hemingway debajo del
brazo. Pienso que si Alberto Mora no lo hubiese leido no
habrìa escogido el camino de la autodestrucción. Pero otras cosas pesaron mucho
en su decisión. La traición, las mentiras, habían acelerado ante sus ojos la
caida del altar donde durante años había puesto a Fidel Castro y la Revoluciòn.
Ya no creyó más en esa "rehabilitación política" que tiempos atrás era su tabla
de salvación, pues no se cansaba de repetir que tarde o temprano llegaría. Pero
el Plan de Plátanos del Wajay, a donde el propio Fidel Castro lo había enviado
para que se rehabilitara, no era otra cosa que un nuevo castigo, una
cárcel.
Ayer sonó el teléfono, mientras yo descansaba antes de
irme a trabajar a la UNEAC. Era su voz ahogada, lejana, y
ese ¨oye¨, ahora de ultratumba, conque solía presentarse cuando hablaba a casa.
Sólo alcancé a escucharle decir balbuceante que iba para el Wajay, mientras
repetía aquel Wajay como un tartamudo. Aterrada, le pasé el teléfono a Heberto,
pero la comunicación había cesado.
Me cuesta trabajo reconocer que locos como María puede
que entiendan mejor los planos de vida y muerte en que nos movemos. A su modo
parecería no faltarle razón y no cesa de escribir cartas cada día más extensas,
denunciando quizás esta vez que están cavando una tumba para nuestro amigo, el comandante Alberto
Mora.
Wednesday, August 22, 2012
Nuevo Número de LINDEN LANE MAGAZINE, VOL 31 # 2, SUMMER/VERANO, 2012.
Colaboran: José Triana (a quien entrevisto), Magali Alabau, Liliam Moro, Eduardo Manet, Luis
Agüero, Luis de la Paz, y Arturo G. Dorado.
Pero además, LLM le rinde homenaje a JUANA DE IBARBOUROU. Presentamos un texto de Jorge Arbeleche, quien relata la tragedia de la poeta, además de la última entrevista que concedió, en 1974, cinco años antes de su fallecimiento. Documentos extraordinarios sobre esta mujer y escritora, célebre no sólo en Uruguay, su país, sino en toda la cultura hispana. Un homenaje y desagravio a esta gran poeta y ser humano, sobre la que la biografía reciente de Diego Fischer (En busca de las tres María) devela los tristes acontecimientos de su vida, enclaustrada en su casa, maltratada por su hijo, y rechazada por la llamada Generación del 45, quienes la acusaban injustamente de oficialista. Pobre, enferma y olvidada, Juana de Ibarbourou logró sin embargo sobrevivir con su gran genio y "escándalo" poético y continúa siendo Juana de América.
Ilustran este número el pintor Alejandro Lorenzo, cubano radicado en Miami, y Sylvia Baldeón-Flörhinger, pintora alemana, que vive en New York.
Para adquirir un ejemplar de este número (impreso o digital), haga click en el enlace.
http://www.magcloud.com/browse/issue/429535
LINDEN LANE MAGAZINE IS A QUATERLY JOURNAL DEVOTED TO THE ART AND LITERATURE OF CUBANS IN THE WORLD, AND IN EXILE.
Sunday, July 01, 2012
Adquiera su ejemplar de este número
extraordinario por los 30 años de Linden Lane Magazine, en Amazon. Vaya a este
enlace:
SEGUNDO ARTICULO, DE UNA SERIE DE TRES, DE OLGA CONNOR SOBRE LLM HOY DOMINGO EN EL NUEVO HERALD
Publicado el domingo, 07.01.12Thursday, Jun. 28, 2012
‘Linden Lane Magazine’: compendio de la cultura cubana El índice de este ‘
Linden Lane Magazine’ es una serie de joyas de la literatura
cubanaOlga Connor
Especial/El Nuevo Herald
Olga Connor
En 1982 Belkis Cuza Malé tenía $5,000 de una Beca Cintas que le habían otorgado el año anterior, y ella usó ese dinero para fundar la revista Linden Lane Magazine. “Pero trabajaba en cosas tan ilusorias como vendiendo desde mi casa los productos Shakle -magníficos y muy caros-, lo mismo las vitaminas que los de belleza”, escribe en su prólogo a la revista aniversario.
Uno de sus clientes era Reinaldo Arenas. El venía desde Nueva York a comprarle el champú y el acondicionador de pelo. “Me parece estar viéndolo mientras se peinaba con aquel ‘tridente’ que usaba la gente negra para peinarse los ‘afros’, entonces ya casi pasados de moda. Y por esa coquetería que no parecía exhibir, llegó Reinaldo a Linden Lane Magazine. Es decir, la idea de incorporarlo a la revista surgió precisamente a partir de sus visitas en busca del champú”.
¿Habrá locuras más sublimes que las que cuenta Cuza Malé? Arenas estuvo por unos dos años de consejero editorial, pero explica ella que él se quejaba de la “despolitización” del “magazine”. Es cierto que yo había oído a Heberto Padilla y a Arenas en una misma conferencia en la Universidad Internacional de la Florida -¿fue en 1980?-, y Arenas daba la impresión de ser un agitador, mientras que Padilla parecía más sosegado. Aunque ambos habían sufrido horriblemente en la Cuba de Castro.
Cuza Malé nos habla sobre la raíz del título de su revista: “Lo primero que decidí fue el nombre de la revista. Y escogí el de ‘Linden Lane Magazine’ llevada por el embriagante nombre de la calle donde vivíamos. Frente a nuestro jardín estaba aquel árbol de tilo (‘linden’) que se alineaba junto a otros de la misma especie, a lo largo de toda la calle, formando parte de las ‘tree streets’, como se les conocía, junto a la de Walnut, Maple, Chesnut, Pine, etc., y que desembocaban en la calle Nassau”.
“Las primeras colaboraciones llegaron mecanografiadas, como era entonces habitual, y fueron pedidas directamente por Heberto y por mí”, escribe Cuza Malé, quien lista alfabéticamente los primeros autores que aparecieron en el número 1 del Volumen I, que yo quiero copiar aquí textualmente, porque me parece que esa lista tiene el valor infinito de las genealogías del Antiguo Testamento, un momento culminante en la historia literaria del exilio: “Orlando Alomá, Armando Alvarez Bravo, Juan Arcocha, Reinaldo Arenas, René Ariza, Antonio Benítez Rojo, Guillermo Cabrera Infante, René Cifuentes, Vicente Echerri, José Kozer, Enrique Labrador Ruiz, César Leante, Rogelio Llopis Fuentes, Carlos Franqui, Reinaldo García Ramos, Roberto Madrigal- Ecay, Yolanda C. Martin, Alberto Martínez Herrera, Heberto Padilla, Ricardo Pau-Llosa, Jorge Posada, Bertha Sánchez Bello, José Triana, Roberto Valero, Carlos Verdecia Cabañas, Carlos Verdecia y Belkis Cuza Malé. Estaban también los que ilustraban el número: Ana Flores-Jenkins, Alejandro Anreus, Joan Miró, Chino López, Gabriel Warren (el hijo del poeta Robert Penn Warren), Belkis Cuza Malé y Ernesto Padilla”.
Cuza Malé pudo hacer este número de ahora, confiesa, porque siempre cargó consigo, en cada una de las más de 10 mudanzas, sus archivos y libros, sus alegrías, temores e incertidumbres, “por el hecho mismo de vivir en el exilio”, y, sobre todo, soñando con una “Cuba libre y democrática”. El índice de este Linden Lane Magazine del trigésimo aniversario es una serie de joyas de la literatura cubana de las que hablaremos en la próxima entrega. •
olconnor@bellsouth.net
Especial/El Nuevo Herald
Olga Connor
En 1982 Belkis Cuza Malé tenía $5,000 de una Beca Cintas que le habían otorgado el año anterior, y ella usó ese dinero para fundar la revista Linden Lane Magazine. “Pero trabajaba en cosas tan ilusorias como vendiendo desde mi casa los productos Shakle -magníficos y muy caros-, lo mismo las vitaminas que los de belleza”, escribe en su prólogo a la revista aniversario.
Uno de sus clientes era Reinaldo Arenas. El venía desde Nueva York a comprarle el champú y el acondicionador de pelo. “Me parece estar viéndolo mientras se peinaba con aquel ‘tridente’ que usaba la gente negra para peinarse los ‘afros’, entonces ya casi pasados de moda. Y por esa coquetería que no parecía exhibir, llegó Reinaldo a Linden Lane Magazine. Es decir, la idea de incorporarlo a la revista surgió precisamente a partir de sus visitas en busca del champú”.
¿Habrá locuras más sublimes que las que cuenta Cuza Malé? Arenas estuvo por unos dos años de consejero editorial, pero explica ella que él se quejaba de la “despolitización” del “magazine”. Es cierto que yo había oído a Heberto Padilla y a Arenas en una misma conferencia en la Universidad Internacional de la Florida -¿fue en 1980?-, y Arenas daba la impresión de ser un agitador, mientras que Padilla parecía más sosegado. Aunque ambos habían sufrido horriblemente en la Cuba de Castro.
Cuza Malé nos habla sobre la raíz del título de su revista: “Lo primero que decidí fue el nombre de la revista. Y escogí el de ‘Linden Lane Magazine’ llevada por el embriagante nombre de la calle donde vivíamos. Frente a nuestro jardín estaba aquel árbol de tilo (‘linden’) que se alineaba junto a otros de la misma especie, a lo largo de toda la calle, formando parte de las ‘tree streets’, como se les conocía, junto a la de Walnut, Maple, Chesnut, Pine, etc., y que desembocaban en la calle Nassau”.
“Las primeras colaboraciones llegaron mecanografiadas, como era entonces habitual, y fueron pedidas directamente por Heberto y por mí”, escribe Cuza Malé, quien lista alfabéticamente los primeros autores que aparecieron en el número 1 del Volumen I, que yo quiero copiar aquí textualmente, porque me parece que esa lista tiene el valor infinito de las genealogías del Antiguo Testamento, un momento culminante en la historia literaria del exilio: “Orlando Alomá, Armando Alvarez Bravo, Juan Arcocha, Reinaldo Arenas, René Ariza, Antonio Benítez Rojo, Guillermo Cabrera Infante, René Cifuentes, Vicente Echerri, José Kozer, Enrique Labrador Ruiz, César Leante, Rogelio Llopis Fuentes, Carlos Franqui, Reinaldo García Ramos, Roberto Madrigal- Ecay, Yolanda C. Martin, Alberto Martínez Herrera, Heberto Padilla, Ricardo Pau-Llosa, Jorge Posada, Bertha Sánchez Bello, José Triana, Roberto Valero, Carlos Verdecia Cabañas, Carlos Verdecia y Belkis Cuza Malé. Estaban también los que ilustraban el número: Ana Flores-Jenkins, Alejandro Anreus, Joan Miró, Chino López, Gabriel Warren (el hijo del poeta Robert Penn Warren), Belkis Cuza Malé y Ernesto Padilla”.
Cuza Malé pudo hacer este número de ahora, confiesa, porque siempre cargó consigo, en cada una de las más de 10 mudanzas, sus archivos y libros, sus alegrías, temores e incertidumbres, “por el hecho mismo de vivir en el exilio”, y, sobre todo, soñando con una “Cuba libre y democrática”. El índice de este Linden Lane Magazine del trigésimo aniversario es una serie de joyas de la literatura cubana de las que hablaremos en la próxima entrega. •
olconnor@bellsouth.net
Sunday, June 24, 2012
OLGA CONNOR:
‘Linden Lane Magazine’: compendio de cultura cubana
Con ese espíritu tan
poco pragmático y tan lleno de fe, Cuza Malé se lanzó
OLGA CONNOR
ESPECIAL/EL NUEVO HERALD
Cuando
abrí por primera vez el número del trigésimo aniversario de Linden Lane Magazinesentí un estremecimiento. Es la única
forma de describirlo.
De
pronto volví atrás, al año 1971, cuando llegó el momento de enfrentarme, después
de varios años en Estados Unidos, con la Cuba de la que había tratado de
escapar. Allí estaba el insigne poeta Heberto Padilla, sufriendo la injuria de
un gobierno que debió agradecerle su límpido verbo y, sin embargo, lo ultrajó
sin compasión. Al hacerlo, levantó una ola de protesta mundial. Padilla por sus
poemas de Fuera del juego, galardonados primeramente en 1968 con el
Premio Nacional de Poesía Julián del Casal, y luego censurados, sufrió
encarcelamiento junto a su esposa Belkis Cuza Malé, en 1971, para luego ser
obligado a retractarse en un acto que recordó los famosos procesos de Moscú.
Fueron
los chivos expiatorios de todos los intelectuales que se estaban destapando,
porque intuían que había que hablar. Pero fue en Padilla y en Cuza Malé sobre
los que cayeron los carbones encendidos de aquel incendio. No podía el gobierno
totalitario aceptar el premio a las palabras liberadas de su autor. Todo llegó a
un clímax, a un nudo que ya no se pudo desatar. Los escritores cubanos ya no
podrían regresar al periodo ingenuo de los años 60 cuando conjeturaban que aún
tenían alguna influencia.
Entonces,
hasta en el selecto Swarthmore College en Filadelfia, llamado por sus
detractores el “Kremlin on the Krum”, donde los profesores eran “izquierdistas
de salón”, hubo una reacción repentina, por los oficios de Jean Paul Sartre,
quien había reaccionado al llamado “Caso Padilla” firmando una carta colectiva
de protesta. De pronto, mis colegas escenificaban un descubrimiento teatral de
fingidas rarezas: “¿Ah, pero había KGB en Cuba?”, me preguntaban.
En
1980 Padilla salió finalmente de Cuba, pero no a las playas de la Florida, sino
a las de Nueva Jersey. Al mudarse a la Calle de Linden Lane, en la ciudad de
Princeton, fue Cuza Malé quien tuvo la idea de crear una revista, con la que
Padilla accedió a colaborar aunque a regañadientes, según informa la escritora.
Desde entonces, han sido 30 años de sacrificios, pero ella no ha cejado un
momento. Hoy la revista representa una colección, un compendio de la cultura
cubana allende el mar.
Al
prologar los artículos reunidos para esta revista de excepción, y con su
habitual sentido anecdótico, que no se puede sustituir por ningún comentario que
yo le haga, explica esos orígenes en su artículo 30 años es nada: “Si me preguntasen cómo surgió la idea de
publicar una revista que recogiese la obra de escritores y artistas cubanos en
el exilio, no sabría contestar más que de una sola forma: fue una inspiración
divina. Y con la fe de que la idea se plasmaría en realidad y triunfaría. Los
obstáculos ni me pasaron por la mente. Hacía sólo tres años que había llegado de
Cuba, mi inglés era rudimentario, no tenía un salario, ni Heberto tampoco. Es
decir, vivíamos del aire, prácticamente”.
Con
ese espíritu tan poco pragmático y tan lleno de fe, Cuza Malé se lanzó a la
aventura editorial, sin apenas recursos, pero no fue en vano. Para siempre
quedará grabado su nombre en la historia literaria de Cuba y del Continente, no
sólo por sus creaciones personales, sino por esta revista que ella dio a la luz,
y ha criado y nutrido hasta el día de hoy. •
olconnor@bellsouth.net
Cuando
abrí por primera vez el número del trigésimo aniversario de Linden Lane Magazinesentí un estremecimiento. Es la única
forma de describirlo.
De
pronto volví atrás, al año 1971, cuando llegó el momento de enfrentarme, después
de varios años en Estados Unidos, con la Cuba de la que había tratado de
escapar. Allí estaba el insigne poeta Heberto Padilla, sufriendo la injuria de
un gobierno que debió agradecerle su límpido verbo y, sin embargo, lo ultrajó
sin compasión. Al hacerlo, levantó una ola de protesta mundial. Padilla por sus
poemas de Fuera del juego, galardonados primeramente en 1968 con el
Premio Nacional de Poesía Julián del Casal, y luego censurados, sufrió
encarcelamiento junto a su esposa Belkis Cuza Malé, en 1971, para luego ser
obligado a retractarse en un acto que recordó los famosos procesos de Moscú.
Fueron
los chivos expiatorios de todos los intelectuales que se estaban destapando,
porque intuían que había que hablar. Pero fue en Padilla y en Cuza Malé sobre
los que cayeron los carbones encendidos de aquel incendio. No podía el gobierno
totalitario aceptar el premio a las palabras liberadas de su autor. Todo llegó a
un clímax, a un nudo que ya no se pudo desatar. Los escritores cubanos ya no
podrían regresar al periodo ingenuo de los años 60 cuando conjeturaban que aún
tenían alguna influencia.
Entonces,
hasta en el selecto Swarthmore College en Filadelfia, llamado por sus
detractores el “Kremlin on the Krum”, donde los profesores eran “izquierdistas
de salón”, hubo una reacción repentina, por los oficios de Jean Paul Sartre,
quien había reaccionado al llamado “Caso Padilla” firmando una carta colectiva
de protesta. De pronto, mis colegas escenificaban un descubrimiento teatral de
fingidas rarezas: “¿Ah, pero había KGB en Cuba?”, me preguntaban.
En
1980 Padilla salió finalmente de Cuba, pero no a las playas de la Florida, sino
a las de Nueva Jersey. Al mudarse a la Calle de Linden Lane, en la ciudad de
Princeton, fue Cuza Malé quien tuvo la idea de crear una revista, con la que
Padilla accedió a colaborar aunque a regañadientes, según informa la escritora.
Desde entonces, han sido 30 años de sacrificios, pero ella no ha cejado un
momento. Hoy la revista representa una colección, un compendio de la cultura
cubana allende el mar.
Al
prologar los artículos reunidos para esta revista de excepción, y con su
habitual sentido anecdótico, que no se puede sustituir por ningún comentario que
yo le haga, explica esos orígenes en su artículo 30 años es nada: “Si me preguntasen cómo surgió la idea de
publicar una revista que recogiese la obra de escritores y artistas cubanos en
el exilio, no sabría contestar más que de una sola forma: fue una inspiración
divina. Y con la fe de que la idea se plasmaría en realidad y triunfaría. Los
obstáculos ni me pasaron por la mente. Hacía sólo tres años que había llegado de
Cuba, mi inglés era rudimentario, no tenía un salario, ni Heberto tampoco. Es
decir, vivíamos del aire, prácticamente”.
Con
ese espíritu tan poco pragmático y tan lleno de fe, Cuza Malé se lanzó a la
aventura editorial, sin apenas recursos, pero no fue en vano. Para siempre
quedará grabado su nombre en la historia literaria de Cuba y del Continente, no
sólo por sus creaciones personales, sino por esta revista que ella dio a la luz,
y ha criado y nutrido hasta el día de hoy. •
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