OLGA CONNOR:
‘Linden Lane Magazine’: compendio de cultura cubana
Con ese espíritu tan
poco pragmático y tan lleno de fe, Cuza Malé se lanzó
OLGA CONNOR
ESPECIAL/EL NUEVO HERALD
Cuando
abrí por primera vez el número del trigésimo aniversario de Linden Lane Magazinesentí un estremecimiento. Es la única
forma de describirlo.
De
pronto volví atrás, al año 1971, cuando llegó el momento de enfrentarme, después
de varios años en Estados Unidos, con la Cuba de la que había tratado de
escapar. Allí estaba el insigne poeta Heberto Padilla, sufriendo la injuria de
un gobierno que debió agradecerle su límpido verbo y, sin embargo, lo ultrajó
sin compasión. Al hacerlo, levantó una ola de protesta mundial. Padilla por sus
poemas de Fuera del juego, galardonados primeramente en 1968 con el
Premio Nacional de Poesía Julián del Casal, y luego censurados, sufrió
encarcelamiento junto a su esposa Belkis Cuza Malé, en 1971, para luego ser
obligado a retractarse en un acto que recordó los famosos procesos de Moscú.
Fueron
los chivos expiatorios de todos los intelectuales que se estaban destapando,
porque intuían que había que hablar. Pero fue en Padilla y en Cuza Malé sobre
los que cayeron los carbones encendidos de aquel incendio. No podía el gobierno
totalitario aceptar el premio a las palabras liberadas de su autor. Todo llegó a
un clímax, a un nudo que ya no se pudo desatar. Los escritores cubanos ya no
podrían regresar al periodo ingenuo de los años 60 cuando conjeturaban que aún
tenían alguna influencia.
Entonces,
hasta en el selecto Swarthmore College en Filadelfia, llamado por sus
detractores el “Kremlin on the Krum”, donde los profesores eran “izquierdistas
de salón”, hubo una reacción repentina, por los oficios de Jean Paul Sartre,
quien había reaccionado al llamado “Caso Padilla” firmando una carta colectiva
de protesta. De pronto, mis colegas escenificaban un descubrimiento teatral de
fingidas rarezas: “¿Ah, pero había KGB en Cuba?”, me preguntaban.
En
1980 Padilla salió finalmente de Cuba, pero no a las playas de la Florida, sino
a las de Nueva Jersey. Al mudarse a la Calle de Linden Lane, en la ciudad de
Princeton, fue Cuza Malé quien tuvo la idea de crear una revista, con la que
Padilla accedió a colaborar aunque a regañadientes, según informa la escritora.
Desde entonces, han sido 30 años de sacrificios, pero ella no ha cejado un
momento. Hoy la revista representa una colección, un compendio de la cultura
cubana allende el mar.
Al
prologar los artículos reunidos para esta revista de excepción, y con su
habitual sentido anecdótico, que no se puede sustituir por ningún comentario que
yo le haga, explica esos orígenes en su artículo 30 años es nada: “Si me preguntasen cómo surgió la idea de
publicar una revista que recogiese la obra de escritores y artistas cubanos en
el exilio, no sabría contestar más que de una sola forma: fue una inspiración
divina. Y con la fe de que la idea se plasmaría en realidad y triunfaría. Los
obstáculos ni me pasaron por la mente. Hacía sólo tres años que había llegado de
Cuba, mi inglés era rudimentario, no tenía un salario, ni Heberto tampoco. Es
decir, vivíamos del aire, prácticamente”.
Con
ese espíritu tan poco pragmático y tan lleno de fe, Cuza Malé se lanzó a la
aventura editorial, sin apenas recursos, pero no fue en vano. Para siempre
quedará grabado su nombre en la historia literaria de Cuba y del Continente, no
sólo por sus creaciones personales, sino por esta revista que ella dio a la luz,
y ha criado y nutrido hasta el día de hoy. •
olconnor@bellsouth.net
Cuando
abrí por primera vez el número del trigésimo aniversario de Linden Lane Magazinesentí un estremecimiento. Es la única
forma de describirlo.
De
pronto volví atrás, al año 1971, cuando llegó el momento de enfrentarme, después
de varios años en Estados Unidos, con la Cuba de la que había tratado de
escapar. Allí estaba el insigne poeta Heberto Padilla, sufriendo la injuria de
un gobierno que debió agradecerle su límpido verbo y, sin embargo, lo ultrajó
sin compasión. Al hacerlo, levantó una ola de protesta mundial. Padilla por sus
poemas de Fuera del juego, galardonados primeramente en 1968 con el
Premio Nacional de Poesía Julián del Casal, y luego censurados, sufrió
encarcelamiento junto a su esposa Belkis Cuza Malé, en 1971, para luego ser
obligado a retractarse en un acto que recordó los famosos procesos de Moscú.
Fueron
los chivos expiatorios de todos los intelectuales que se estaban destapando,
porque intuían que había que hablar. Pero fue en Padilla y en Cuza Malé sobre
los que cayeron los carbones encendidos de aquel incendio. No podía el gobierno
totalitario aceptar el premio a las palabras liberadas de su autor. Todo llegó a
un clímax, a un nudo que ya no se pudo desatar. Los escritores cubanos ya no
podrían regresar al periodo ingenuo de los años 60 cuando conjeturaban que aún
tenían alguna influencia.
Entonces,
hasta en el selecto Swarthmore College en Filadelfia, llamado por sus
detractores el “Kremlin on the Krum”, donde los profesores eran “izquierdistas
de salón”, hubo una reacción repentina, por los oficios de Jean Paul Sartre,
quien había reaccionado al llamado “Caso Padilla” firmando una carta colectiva
de protesta. De pronto, mis colegas escenificaban un descubrimiento teatral de
fingidas rarezas: “¿Ah, pero había KGB en Cuba?”, me preguntaban.
En
1980 Padilla salió finalmente de Cuba, pero no a las playas de la Florida, sino
a las de Nueva Jersey. Al mudarse a la Calle de Linden Lane, en la ciudad de
Princeton, fue Cuza Malé quien tuvo la idea de crear una revista, con la que
Padilla accedió a colaborar aunque a regañadientes, según informa la escritora.
Desde entonces, han sido 30 años de sacrificios, pero ella no ha cejado un
momento. Hoy la revista representa una colección, un compendio de la cultura
cubana allende el mar.
Al
prologar los artículos reunidos para esta revista de excepción, y con su
habitual sentido anecdótico, que no se puede sustituir por ningún comentario que
yo le haga, explica esos orígenes en su artículo 30 años es nada: “Si me preguntasen cómo surgió la idea de
publicar una revista que recogiese la obra de escritores y artistas cubanos en
el exilio, no sabría contestar más que de una sola forma: fue una inspiración
divina. Y con la fe de que la idea se plasmaría en realidad y triunfaría. Los
obstáculos ni me pasaron por la mente. Hacía sólo tres años que había llegado de
Cuba, mi inglés era rudimentario, no tenía un salario, ni Heberto tampoco. Es
decir, vivíamos del aire, prácticamente”.
Con
ese espíritu tan poco pragmático y tan lleno de fe, Cuza Malé se lanzó a la
aventura editorial, sin apenas recursos, pero no fue en vano. Para siempre
quedará grabado su nombre en la historia literaria de Cuba y del Continente, no
sólo por sus creaciones personales, sino por esta revista que ella dio a la luz,
y ha criado y nutrido hasta el día de hoy. •
No comments:
Post a Comment